Nadie contra nadie by Juan Bonilla

Nadie contra nadie by Juan Bonilla

autor:Juan Bonilla [Bonilla, Juan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-01T00:00:00+00:00


17

Allí de pie, los tres, Sapo, el inspector Baturone y yo, oímos el mensaje telefónico. Baturone dijo que requisaría la cinta para comparar la voz del mensaje con las voces de las detenidas, aunque no tenía la más mínima duda de que la voz no era de ninguna de las jóvenes.

—Una pena lo de Perramón —dijo Sapo—, estaba haciendo un espléndido pregón, además ilustrado, hacía años que nadie se atrevía a ilustrar un pregón.

Baturone picó el anzuelo.

—De los mejores que yo haya escuchado o leído. Levantando el nivel. Los últimos años han sido decepcionantes. Salvo el del 90 de Garrido Bustamante.

—Obra maestra absoluta. Tan de verdad. Sin florerías ni babas. De verdad. Infancia y poesía por derecho. Natural en el hombre que más sabe de esto de toda Sevilla, y el menos cursi. Todavía me acuerdo de que en los ochenta retransmitía tan bien las procesiones, que se quedaba uno en casa a verlas por la tele en vez de salir a la calle a vivirlas. Y eso es mucho decir, ¿eh?

—Es mucho decir, amigo mío. Sí señor.

—Me pregunto por qué no se hace como en otras ciudades y se les encarga el pregón no a figuras públicas más o menos destacadas o a sacerdotes con cajones llenos de poemas sino a auténticos poetas.

—Estoy con usted. El pregón de la Semana Santa debería ser la mejor antología de la poesía española del siglo XX. Y lamentablemente solo unos cuantos trascienden.

—No es como en Córdoba. ¿Conoce usted el pregón de Pablo García Baena?

—Hombre, por Dios, «El retablo de las cofradías», 1981. Una pieza maestra. Ya quisiéramos aquí. La tierra de Bécquer, de los Machado, de Cernuda. Teniendo poetas como Salvago, Tortajada, Ortiz, Linares, García Ulecia, Aquilino Duque. No se dan cuenta. No se dan cuenta.

—¿No se dan cuenta de qué?, —pregunté yo.

—De que para hacer un gran pregón hay que cumplir solo dos requisitos y ninguno de ellos exige ser un capillita o un hermano de ninguna cofradía.

—Y esos requisitos son…

—Ser poeta y haber sido niño en Sevilla.

—Jerez también vale, ¿no?

—Claro que vale. Jerez es un barrio de Sevilla. Bejarano o José Mateos también harían grandes pregones. Incluso Fernando Taboada, aunque habría que tacharle todos los chistes, se le dan bien, pero no es sitio… La prueba del fracaso de los pregones es la que le digo.

—En efecto: una antología de los pregones de la Semana Santa debería ser la mejor antología de la poesía española, y no lo es, lamentablemente —dijo Sapo.

—Y el de Perramón estaba siendo de los mejores. Tuvo dos o tres momentos espléndidos antes de que esas zorras…

—¿Y una mujer?

—Cómo dice.

—¿Aceptaría que una mujer diera el pregón?

—Por supuesto que sí. Ya salen en las cofradías, ¿no? Por supuesto que sí. Pepa Ramos podría dar un buen pregón.

—Pero es batalla perdida —le picó Sapo.

—Vaya —intervine—, estáis de acuerdo en todo. Es lo mismo que decías tú el otro día —le dije a Sapo.

—Tendrían que cambiar las tornas. No hay interés en que se haga del pregón un acto de literatura mayor, que es lo que tendría que ser, que es lo que fue.



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